¿Fue Francisco de Goya un pintor ateo?
Francisco de Goya nace en 1746 y muere en 1828, es un pintor longevo. Vive en el tránsito de los siglos XVIII al XIX, lo que significa, que vivirá la transición del antiguo régimen, la guerra con Francia y el reinado de Fernando VII.
Nace circunstancialmente en Fuendetodos y sigue desde muy pequeño la trayectoria de las bellas artes, influenciado por su padre y hermano mayor que eran doradores. Desde muy temprana edad pintará temas religiosos.
Entre sus primeras obras (1768), encontramos un lienzo de pequeñas dimensiones, que representa el descendimiento, Llanto sobre Cristo muerto. En la figura de la Magdalena se aprecia la imprimación con la que el artista preparaba el lienzo, imprimación oscura que se hizo habitual desde que se comenzó a utilizar el lienzo como soporte de la obra. Sería a partir del siglo XIX, cuando comenzaría a hacerse la preparación en blanco. Esto ilustra su formación tradicional. El autor trata con desenvoltura el tema, sobre el que conviene destacar la pincelada amplia y diluida que impone una predominancia del color sobre el dibujo.
Goya se forma el taller de José Luján en Zaragoza, dentro de las enseñanzas tradicionales, pero en todo momento, durante estos años de iniciación, Goya tuvo interés por ser aceptado en la Academia de San Fernando, fundada en 1752. Éste fue el primer centro donde se formaban los artistas en España. Además la circunstancia de que la Academia se emplazara en Madrid abría unas perspectivas profesionales al autor que no se abrían en Zaragoza. En dos ocasiones Goya participa en los concursos de la Academia de San Fernando, participando en las dos pruebas que se practicaban; la de repente y la de pensado.
En la de repente se les convocaba a las ocho y media frente a una figura de yeso o en vivo, que en cuatro horas tenían que copiar, entregando ésta para ser juzgada por el tribunal posteriormente.
La de pensado, consistía en un tema propuesto por el jurado de compleja definición y que exigía a lo largo de los seis meses siguientes que el artista se documentara recurriendo a distintas fuentes, con el fin de reconstruir la escena propuesta y que la indumentaria, el mobiliario y el escenario fueran fieles a la época en que fuera inspirado.
En los dos ocasiones Goya fue rechazado, lo que ha sido valorado como posible detonante para que Goya emprendiese un viaje a Roma, donde residirá entre 1769 y 1771.
Por otra parte, la leyenda justifica en parte su viaje a Italia a un episodio amoroso del artista; a una reyerta que habría costado la vida a un rival de Goya y cuya muerte se atribuye al pintor aragonés, siendo ésta la causa de que huyera de España. Goya podía haber llevado a cabo su viaje, gracias a sus dotes como torero, en la serie de La Tauromaquia, el mismo se representa realizando el salto del Pepeio.
El viaje era un viaje iniciativo, y Goya se ganó la vida con lo que se llamó "El gran tour". Éste consistía en un viaje que los primogénitos de las familias nobles europeas, entre los dieciséis y dieciocho años, realizaban durante aproximadamente dos años visitando las principales ciudades europeas y en las que adquirían objetos artísticos. De ahí que en Roma los artistas exhibieran obras de pequeño formato del gusto de la época. Éstas obras representaban temas mitológicos. Así se entiende una obra datada en 1770, titulada Sacrificio al dios Pan que representa la ofrenda al dios griego por parte de dos vestales, en un intento de transmitir el sentido geometrizante, en cualquier caso angular que comenzaba a ejercer su influencia en Europa.
Desde estas primeras obras Goya muestra una gran capacidad para disponer los distintos planos y conseguir efectos lumínicos y cromáticos interesantes.
Curiosamente el primer reconocimiento a su pintura lo obtuvo en territorio italiano, concretamente en el concurso de la Academia de Parma, donde consiguió el segundo premio con una obra que representa a Aníbal cruzando los Alpes y divisando las llanuras italianas.
El complejo tema fue resuelto por Goya con valentía. El eje o figura central es Aníbal cubriéndose la frente para divisar las llanuras italianas, en una composición resuelta en planos distintos cuyos grupos funcionan de forma independiente. El grupo central aparece de frente al espectador mientras que en los laterales se advierte la presencia del ejercito que sirve como escenario para ilustrar la escena.
En 1771 regresa a España porque había recibido el encargo, gracias a la mediación de su cuñado, de decorar al fresco un coreto de la Basílica del Pilar en Zaragoza. El tema que representó fue el de La adoración del nombre de Dios.
La técnica de pintura al fresco exige una gran pericia por parte del artista, una gran capacidad técnica, por que se pinta sobre una superficie húmeda, que cuando fragua no acepta corrección. La primera obra realizada al fresco por Goya resulta excesivamente dura, muy geométrica, pero ésto probablemente se debía a que Goya desconocía o al menos no dominaba la técnica de la pintura al fresco. En la pintura se aprecia una gran cantidad de trazos con la intención de dar volumen a los personajes.
Posteriormente en 1774, recibe el encargo de pintar en el receptorio de la Cartuja de Aula Dei, un ciclo dedicado a la vida de Cristo. Goya realizó una serie de paneles del ciclo de la vida de Cristo que recoge ese rasgo geometrizante que caracterizará la pintura de Goya en el decenio 1765-1775. Durante esa década domina el aspecto geométrico en sus composiciones.
En 1780 comenzará a abandonar el predominio de la línea, por una concepción más naturalista, que recoge más su carácter y su impronta.
El último de los encargos del Cabildo Cardenalicio de Zaragoza fue un fresco, el de María Virgen como Reina de los Mártires. Presenta a la Virgen en un rompimiento de Gloría con dos ángeles y distintos padres de la Iglesia a los pies.
En esta obra podemos contemplar como Goya va ganando en naturalismo, en frescura en la medida en que capta y representa a los personajes divinos con rasgos inspirados en personajes reales. Por razón de su temperamento, que le llevó a imponer su criterio por encima del del Cabildo, Goya rompió sus relaciones con la Iglesia de Zaragoza y nunca más volvió a trabajar para el Cabildo.
Desde 1775, Goya traslada su residencia de Zaragoza a Madrid, donde representaría en 1798 El prendimiento, encargo del Cabildo de la Catedral de Toledo.
A Goya le importa del prendimiento el contraste de luz y sombra, que focaliza en la figura central de Cristo, jugando con las sombras y las luces de los sayones de los que le prendieron. La luz sirve para dar importancia a aquello que el artista quiere resaltar, no es sólo luz sino también dibujo lo que importa en esta composición religiosa y así como el rostro de Cristo es sereno y marcadamente natural, el de los personajes que lo rodean adquiere un tono grotesco, incluso irreal. Las figuras de los que rodean a Cristo están más abocetadas; como en las figuras del Greco que distinguía entre figuras terrestres y celestiales. Goya distingue entre la figura de Cristo humanizado y las de los sayones que lo hicieron prisionero.
En estas mismas fechas Goya recibe el encargo de decorar la Iglesia de la Florida con El milagro de San Antonio de Padua, en cuatro meses lleva a cabo esta empresa que construye en el intradós de la cúpula central, disponiendo alrededor de una balconada fingida un nutrido grupo de personajes, figuras femeninas y masculinas contemporáneas anónimas, con figuras inspiradas en la leyenda de San Antonio que tenía el don de la ubicuidad. Goya narra en estos frescos el milagro de San Antonio por el cual había descubierto que el responsable del asesinato de un hombre, no era su propio padre al que habían acusado, sino que se trataba de otra persona.
Goya se valió del pueblo madrileño para introducirlo en su pintura, parte integrante del pasaje de la vida del Santo. Se muestra en esta obra cuanto evolucionó comparándola con la del Coreto del Pilar. El conocimiento, soltura y frescura que Goya impone sobre el lienzo lo traslada igualmente a la técnica al fresco. El color sirve para dar volumetría con los contrastes de luces y sombras, los ojos de las figuras reciben el nombre de ojos de mosca y las texturas, no solo las carnaciones, sino también los tejidos están logrados o resueltos con una notable técnica muy efectista, trasladando los volúmenes de su pintura al óleo a la técnica al fresco.
En 1819 Goya seguía realizando obras de temática religiosa, como lo evidencia La última comunión de San José de Calasanz. Encargo específico de esta congregación religiosa con la que Goya estaba en deuda, ya que se había formado en el colegio de San José de Calasanz en Zaragoza.
De acuerdo con la técnica que Goya utilizaba al final de su obra, se puede apreciar la calidad cromática y la solución de reflejar o concretar en el primer plano los elementos más significativos, llevando al segundo y tercer plano los que contextualizan.
Si pudiéramos unir todas las obras religiosas que conocemos de Francisco José de Goya y Lucientes, sumarían más de un kilometro de pinturas. En otros términos, para un pintor supuestamente ateo, debió de ser cuanto menos extremadamente duro pintar durante toda su vida sobre esta temática y hacerlo con un sentimiento tan evidente.